miércoles, 30 de marzo de 2016

Atractivos de "El Ministerio del Tiempo"


El éxito de la serie de televisión El Ministerio del Tiempo es algo a todas luces indiscutible. Y no sólo por cuanto dicen sus datos de audiencia (que no deberían ser determinantes para una televisión pública) sino por la comunidad generada en torno a esta ficción y el movimiento tanto sentimental como innovador que ha provocado.

Aunque seamos muchos los que cada lunes disfrutamos con las aventuras de la patrulla del tiempo mientras compartimos la experiencia con el móvil o la tableta en la mano, cada vez estoy más convencido de que su éxito no tiene tanto que ver con el ruido que la comunidad de ministéricos sea capaz de producir como con los ingredientes que sus creadores manejan con habilidad de un master chef o, mejor aún, hábil cirujano. Con ellos han sido capaces de atrapar a diferentes públicos, que de esta manera pueden además saborear al mismo tiempo otros gustos distintos de aquellos a los que están habituados.

La línea argumental básica, que no deja de ser ingeniosa aunque tampoco resulte excesivamente original, hace de El Ministerio del Tiempo un relato de aventuras a partir de una anécdota propia de la ciencia ficción, con su inevitable trama romántica y un cierto aire costumbrista y nostálgico que llega a hacerla agradable a espectadores de toda edad y género. Sobre esta base se ha ido construyendo no sólo un relato atractivo, sino todo un universo —desde el más simple making of a la realidad virtual tridimensional, pasando por el podcasting, los foros en Internet— que la convierte en una experiencia de entretenimiento única por ahora en España.

El mencionado argumento y su desarrollo hacen atractivo un contenido de gran valor didáctico —aunque haya quien lo acuse de superficial— especialmente en estos tiempos en que las Humanidades en general son comúnmente menospreciadas y nuestra historia nacional particularmente maltratada. Sin dejar de ser una serie de ficción, sus guionistas rescatan para el público tanto referentes casi olvidados —el Cid, Lope de Vega, Spínola— como personajes que dotaron de vida nuestra pequeña historia —Lázaro de Tormes, Joaquín Argamasilla—, hitos temporales de gran trascendencia —la ocupación francesa, la pérdida de las últimas colonias de Ultramar, la Transición— o instituciones poco y mal conocidas, convirtiéndose de esta forma en un instrumento instructivo de primer orden a pesar de no ser tal su principal propósito, excitando la curiosidad del espectador. Instituciones culturales de alto rango como la Biblioteca Nacional y otras con mayor humildad pero no menor ambición, como el Archivo Municipal de Burgos y la Biblioteca Municipal de la misma ciudad, se disponen cada noche de emisión a enriquecer el visionado del episodio con más información extraída de sus propios fondos documentales, proporcionando al espectador la oportunidad de contextualizar con mejor fortuna lo que sucede en la pantalla.

Pero aún tiene El Ministerio del Tiempo una lectura más profunda, apta para quienes no se sientan tan atraídos por lo que se nos cuenta como por el juego que se propone de manera continua mientras transcurre la acción. Y es que guion y ambientación —cuidados hasta en detalles mínimos— están trufados de continuos guiños cuya captura e interpretación exigen una agilidad mental y un amplísimo espectro cultural. Cargados de humor y no exentos de ironía —de la que no se libran ni los propios creadores de la serie—, suelen provocar la inmediata reacción del seguidor ministérico:








Si a esto unimos el mero placer visual que producen unos espacios creados de forma muy sugerente por el equipo de posproducción y el meritorio resultado de las interpretaciones —todo ello con un presupuesto simplemente discreto—, hallamos en El Ministerio del Tiempo un producto televisivo redondo, capaz de marcar un antes y un después en la historia de la televisión española; y de Televisión Española, por descontado.

Por todo esto, no lo dudo: #RenovaciónMdT

3 comentarios:

  1. Me pregunto cuántas tesis doctorales de comunicación audiovisual se estarán ya gestando sobre el MdT, y también... ¿cuántas de Historia? y lo vale!

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    1. Pues, evidentemente es un dato que no conozco. Pero, como muy bien dices, MdT debería provocar no pocos trabajos de investigación académica: tesis, TFG, TFM... Se trata de un producto transversal (¡ya salió la palabreja!) que cuenta con aspectos tan variados -historiográficos, técnicos, comunicativos, interpretativos- que merece ser estudiado y potenciado.

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