Hace unos cuantos días —durante el 6º Congreso Nacional de Bibliotecas Móviles— tuve la fotuna de pasar un par de jornadas junto a un grupo de profesionales como la copa de un pino, de esos que normalmente desarrollan su labor tan calladamente que no suelen hacerse notar, ni siquiera dentro de su propio gremio. Haga frío o calor, llueva o abrase el sol, cada mañana se
lanzan a esas carreteras de Dios con sus libros a cuestas para
acercarlos a quienes no tienen la fortuna de contar con una biblioteca
estable en las cercanías de su domicilio. Gente entusiasta de su trabajo como pocos, encarnan como nadie las virtudes del bibliotecario, con una abnegación dificil de encontrar en otros gremios. Si las bibliotecas son considerados como templos del saber, irremediablemente ellos son misioneros de la sabiduría. Y aún creo que con tal calificación me quedo corto.