Que las redes sociales en Internet son un gran escaparate es algo que, a estas alturas, queda ya fuera de toda duda, lo que se justifica por el denso tráfico de recomendaciones que estas redes soportan: al parecer, las compras realizadas por 2 de cada 3 personas que buscan un regalo están influenciadas por la información que sus contactos han publicado en las redes sociales, según recoge Lola Pardo en su blog. Más aún, las redes sociales son una suerte de “barrio rojo” en el que nos mostramos impúdicamente desnudos sin plena conciencia de los riesgos que esto supone, como demuestra de un modo sumamente efectivo este vídeo, en el que un supuesto mentalista desvela la “magia” que se encuentra detrás de sus poderes y los peligros que entraña el uso de Internet.
Pero no es sólo cuanto hacemos o decimos en las redes lo que queda al descubierto. Nuestro comportamiento es en realidad un libro abierto plagado de pormenores sobre nuestra personalidad, detalles íntimos que creemos perfectamente salvaguardados pero que están libremente a disposición de quien sepa leerlos. Hace algunos meses un equipo de investigadores británicos hizo públicas las conclusiones de su investigación al respecto afirmando con toda rotundidad en Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America: “Los rasgos y atributos privados se pueden identificar a partir de los registros digitales de la conducta humana”, lo que permite la reconstrucción de retratos de la personalidad sumamente precisos: edad, orientación sexual, tendencia política, creencia religiosa, coeficiente intelectual…
Los investigadores desarrollaron un algoritmo matemático que permitió crear los perfiles de personalidad de unos 8.000 voluntarios comparando sus “Me gusta” en Facebook —dato de carácter público salvo que se indique lo contrario en la configuración de privacidad de la plataforma social— con la información que conscientemente les ofrecieron sobre sus gustos y tendencias, los resultados de las pruebas psicométricas a que se sometieron y sus perfiles demográficos. En este estudio no sólo se obtuvieron conclusiones que pueden considerarse obvias —cabe pensar que la mayoría de los usuarios que dicho “Me gusta” en la página en inglés de noticias de la Santa Sede son católicos—, sino que muchas se basaron en la evaluación de sus preferencias en música o programas de televisión: mientras que los hijos de padres separados mostrarán sus preferencias hacia páginas en que se fomenta la fortaleza de las relaciones como If I'm with you, then I'mWITH YOU; I don't want anybody else, según los autores del estudio hacer “Me gusta” en las páginas de Britney Spears o Mujeres desesperadas ofrece moderados indicios de tendencias homosexuales. La fiabilidad de este estudio alcanza más del 80% en las tendencias de materia religiosa o política. Pero también deja constancia de otro dato: la tendencia sexual de los varones es más fácil de detectar (88%) que la de las mujeres (75%).
A la luz de estos resultados, es evidente que nuestro comportamiento digital dice mucho más sobre nosotros de lo que creemos y deseamos, lo que puede resultar muy útil para una más precisa evaluación de nuestros rasgos psicológicos y la investigación en materia de psicología humana. Más discutible es la conveniencia de aplicar esta analítica a la promoción personalizada de determinados productos o servicios. Si no fuera suficiente la instalación de cookies —tema ahora en candelero en España a causa de una desafortunada norma legal, la popularmente conocida como Ley de Cookies, más que discutida— para orientar las recomendaciones publicitarias en línea, el análisis del comportamiento en las redes sociales permitiría ajustar aún más la oferta al perfil psicológico de cada usuario, de manera que la publicidad en línea de seguros podría hacer hincapié en el potencial riesgo de estrés para los usuarios emocionalmente estables o la seguridad para aquellos con tendencias neuróticas. Pero el peligro es más que evidente: empresas comerciales, instituciones gubernamentales o incluso nuestros propios amigos en Facebook pueden inferir atributos tales como la inteligencia, la orientación sexual, opiniones políticas u otros rasgos, lo que representa claramente una amenaza para nuestra libertad (y quién sabe si incluso para nuestra propia vida), independientemente incluso de la exactitud de los resultados.
Además, nuestro rastro digital es cada vez mayor y con él crece nuestra incapacidad para controlarlo. No se trata de ser discreto al manifestar nuestras opiniones en las redes, ni de ser excesivamente precavidos en la aceptación de cookies —lo que, por otra parte, limitaría enormemente nuestra capacidad para explotar las posibilidades que nos ofrece Internet—, ni siquiera de apelar al derecho al olvido digital. Debemos ser plenamente conscientes de que todo cuanto hacemos o decimos en las redes sociales puede ser rastreado, conocido, analizado y utilizado, igual que puede serlo nuestro comportamiento en una plaza pública; que incluso un gesto aparentemente intranscendente e inocente como señalar nuestra preferencia por un cantante determinado o que nos gustó cierta película dice de nosotros mucho más de lo que queremos transmitir. Porque, en cierto modo, somos lo que nos gusta. Sólo es necesario que alguien tenga la pericia suficiente para "destriparnos".
Si quieres saber cuál es el perfil que de tu personalidad se obtiene del análisis de tus “Me gusta” en Facebook, sólo tienes que dirigirte a You are what youlike y validarte a través de Facebook para saber la imagen que de ti ofrece esta plataforma ¿Estás conforme?
Los investigadores desarrollaron un algoritmo matemático que permitió crear los perfiles de personalidad de unos 8.000 voluntarios comparando sus “Me gusta” en Facebook —dato de carácter público salvo que se indique lo contrario en la configuración de privacidad de la plataforma social— con la información que conscientemente les ofrecieron sobre sus gustos y tendencias, los resultados de las pruebas psicométricas a que se sometieron y sus perfiles demográficos. En este estudio no sólo se obtuvieron conclusiones que pueden considerarse obvias —cabe pensar que la mayoría de los usuarios que dicho “Me gusta” en la página en inglés de noticias de la Santa Sede son católicos—, sino que muchas se basaron en la evaluación de sus preferencias en música o programas de televisión: mientras que los hijos de padres separados mostrarán sus preferencias hacia páginas en que se fomenta la fortaleza de las relaciones como If I'm with you, then I'mWITH YOU; I don't want anybody else, según los autores del estudio hacer “Me gusta” en las páginas de Britney Spears o Mujeres desesperadas ofrece moderados indicios de tendencias homosexuales. La fiabilidad de este estudio alcanza más del 80% en las tendencias de materia religiosa o política. Pero también deja constancia de otro dato: la tendencia sexual de los varones es más fácil de detectar (88%) que la de las mujeres (75%).
A la luz de estos resultados, es evidente que nuestro comportamiento digital dice mucho más sobre nosotros de lo que creemos y deseamos, lo que puede resultar muy útil para una más precisa evaluación de nuestros rasgos psicológicos y la investigación en materia de psicología humana. Más discutible es la conveniencia de aplicar esta analítica a la promoción personalizada de determinados productos o servicios. Si no fuera suficiente la instalación de cookies —tema ahora en candelero en España a causa de una desafortunada norma legal, la popularmente conocida como Ley de Cookies, más que discutida— para orientar las recomendaciones publicitarias en línea, el análisis del comportamiento en las redes sociales permitiría ajustar aún más la oferta al perfil psicológico de cada usuario, de manera que la publicidad en línea de seguros podría hacer hincapié en el potencial riesgo de estrés para los usuarios emocionalmente estables o la seguridad para aquellos con tendencias neuróticas. Pero el peligro es más que evidente: empresas comerciales, instituciones gubernamentales o incluso nuestros propios amigos en Facebook pueden inferir atributos tales como la inteligencia, la orientación sexual, opiniones políticas u otros rasgos, lo que representa claramente una amenaza para nuestra libertad (y quién sabe si incluso para nuestra propia vida), independientemente incluso de la exactitud de los resultados.
Además, nuestro rastro digital es cada vez mayor y con él crece nuestra incapacidad para controlarlo. No se trata de ser discreto al manifestar nuestras opiniones en las redes, ni de ser excesivamente precavidos en la aceptación de cookies —lo que, por otra parte, limitaría enormemente nuestra capacidad para explotar las posibilidades que nos ofrece Internet—, ni siquiera de apelar al derecho al olvido digital. Debemos ser plenamente conscientes de que todo cuanto hacemos o decimos en las redes sociales puede ser rastreado, conocido, analizado y utilizado, igual que puede serlo nuestro comportamiento en una plaza pública; que incluso un gesto aparentemente intranscendente e inocente como señalar nuestra preferencia por un cantante determinado o que nos gustó cierta película dice de nosotros mucho más de lo que queremos transmitir. Porque, en cierto modo, somos lo que nos gusta. Sólo es necesario que alguien tenga la pericia suficiente para "destriparnos".
Si quieres saber cuál es el perfil que de tu personalidad se obtiene del análisis de tus “Me gusta” en Facebook, sólo tienes que dirigirte a You are what youlike y validarte a través de Facebook para saber la imagen que de ti ofrece esta plataforma ¿Estás conforme?
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