miércoles, 8 de enero de 2014

Ficción televisiva para la realidad

¿Puede una serie de televisión (y norteamericana, para mayor abundamiento) ser algo más que un mero instrumento de entretenimiento? En ocasiones, el elemento más atractivo de una serie de televisión no es el más evidente.

Cuando los analistas aluden al fracaso de la TDT en España, suelen mencionar varias razones, entre las que figura el abuso en la redifusión de contenidos: programas y series que se repiten una y otra vez, de manera impulsiva y desordenada, en los canales “secundarios” y aún en los principales en horarios de escasa demanda publicitaria. Esta práctica, sin embargo, permite asistir a verdaderos maratones televisivos de nuestra serie favorita o de aquella otra que en su día nos perdimos.

El caso es que, de un tiempo a esta parte, el canal español Cuatro suele emitir en horario vespertino varios episodios seguidos de una serie que —debo confesarlo— me enganchó desde el primer episodio que vi: Castle. En principio, es una de esas series últimamente tan de moda en las que la policía recurre a un asesor externo —ya sea médium, mentalista, matemático, antropóloga…— para resolver complejos e intrincados crímenes. En esta ocasión se trata de un afamado escritor de best-sellers que participa en las investigaciones de una bella agente policial, musa que a su vez le inspira el personaje protagonista de su nueva serie de novelas, Nikki Heat (que, por cierto, existen en la “vida real” y pueden adquirirse en español). Como suele ser habitual, amén de las circunstancias propias de cada crimen, la serie desarrolla varias líneas argumentales de largo recorrido. Una es la inevitable tensión romántica y sensual entre los dos personajes principales, Richard Castle y Kate Beckett, y otra la tragedia con la que carga esta última: el asesinato de su madre, asunto en el que aparecerá implicado un senador norteamericano.

Frívolo e inmaduro, Richard Castle convive con su propia madre —una no muy famosa actriz encarnada por quien en su día diera vida a Maggie Gioberti en Falcon Crest— y su hija adolescente, Alexis, fruto de uno de sus fracasados matrimonios. Y es la trama trazada en torno al escritor y su única hija la que me resulta personalmente más atractiva: el temor del padre al ver cómo su pequeña se hace cada vez más independiente, la ilusión de la joven ante su primer amor, el dolor compartido por el desengaño, la creciente rebeldía de una frente a la resistencia del otro… Tal vez sea éste el mayor logro de los guionistas, proporcionando a una serie de suspense policial una ternura —para nada empalagosa, sino muy realista— que hace del suyo un argumento intensamente familiar. Las conversaciones entre ambos personajes se me antojan llenas de elementos sumamente útiles para quienes se encuentren en circunstancias similares: padres aprendiendo a convivir con una adolescente, quiero decir, o hijas que aún no están en condiciones de saber qué siente un padre.

Una serie de televisión no puede —no debe, quizás— ser un tratado de psicología familiar ni un compendio de recetas más o menos afortunadas para resolver conflictos (tampoco un reality show). Pero, igual que en una novela, podemos encontrar alguna pista para desenmarañar nuestros propios trances. No se trata de seguir a pies juntillas aquello que los guionistas han ideado en busca del éxito televisivo —en ocasiones, estableciendo pautas absolutamente contraproducentes para alimentar el morbo—, sino de aprovechar el reflejo en la pantalla para reflexionar sobre lo que nos está ocurriendo. En el caso concreto de Castle, provocar y sostener el diálogo a partir de las fricciones entre el escritor y su hija no sólo será ya un éxito —aunque no haya acuerdo—, sino que será una afortunada siembra para que, llegado el momento de la separación, uno sepa ser la tierra firme visible en el horizonte y otra tenga la seguridad de que esa tierra firme va a estar allí siempre.



(Por si esto fuera poco, el protagonista principal Nathan Fillion es cofundador de la ONG Kids Need to Read, cuyo objetivo es conseguir más libros para las bibliotecas con fondos insuficientes. ¿Algún motivo más para disfrutar con esta serie?)

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