Hubo un tiempo en que la venta a domicilio era una práctica común y, al
parecer, provechosa. Eran muchos los productos que se ofertaban de
puerta en puerta, aunque sin duda en la memoria colectiva ha quedado
marcada a fuego la imagen del vendedor de libros. Aunque podían brindar
exquisitas colecciones literarias a módico precio o suscripciones a
tentadores clubes, generalmente ofrecían enciclopedias universales para
facilitar la formación de nuestros hijos o decorar la librería del
salón, diccionarios enciclopédicos que nos resolverían dudas jamás planteadas,
obras magníficamente editadas que reunían todo el saber necesario en sus
numerosos volúmenes: arte, geografía, biología, civilizaciones,
medicina, derecho…, en ocasiones complementadas con una provechosa olla a
presión, una manta eléctrica o un recargado juego de café. Su
abundancia y persistencia —acaso solo comparable a la de los
predicadores de determinadas sociedades bíblicas— los hizo incluso
protagonistas de gracietas y chascarrillos.
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miércoles, 19 de febrero de 2014
miércoles, 26 de diciembre de 2012
Algo huele...
Si dijera que añoro el empalagoso olor a Tarta de Fresa que desprendían los libros protagonizados por tan edulcorado personaje, estaría desde luego faltando a la verdad. Aquel aroma tan saciante me impregnaba hasta el hartazgo cuando, a causa de mis deberes bibliotecarios, pasaba por mis manos algún ejemplar de los episodios protagonizados en Fresilandia por tan edulcorado personaje, ya fuera libro, cinta de vídeo… Aquella saturación terminaba siendo una experiencia muy negativa, al menos para mí, muy distinta de la que me han proporcionado las páginas con las aventuras de Geronimo Stilton, verdaderos muestrarios de fragancias destinados a estimular el olfato de unos jovencísimos lectores. Es verdad que la incorporación de este sentido enriquece la experiencia de la lectura, como lo hacen las ilustraciones para la vista; bien lo saben quienes publican libros para prelectores centrados en el tacto o el sonido, pero lo cierto es que el aroma resulta mucho más sutil a la vez que potente. De ahí que en los últimos tiempos se haya potenciado el marketing olfativo (olfactory marketing) o smell branding, una estrategia invisible basada en la creación y gestión de odotipos que refuerzan la comunicación y la imagen de la marca.
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